Vivo con una sensación de incorporeidad que necesariamente es maravillosa teniendo en cuenta que siempre he tenido complejo de gorda. Son los corticoides y el equilibrio, que se han ido de cañas. Lo que pasa es que me hace dependiente, limita mi acción y me obliga a hacer públicos todos mis planes, al menos todos los que implican movimiento.
Vivo además estos días con la sensación de incorporeidad propia de quien entra directa al escenario de la ilusión recreada. Ya lo hemos hablado. Imaginar tiene sus riesgos pero alivia, reconforta y puedes dormir sin pastillas.
Si en la cabeza existe tal potencia deberíamos desconfiar un poco del corazón.
La vida es rara y yo soy un coñazo existencialista.
Decía Aragon que "quien habla de la felicidad suele tener los ojos tristes". Miro mis ojos en esas fotos y los veo tristes. Aunque igual son los corticoides o el equilibrio.
Los niños madrileños empiezan a esconder banderas palestinas en los
crucifijos
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Hace 18 horas
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