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sábado, 20 de marzo de 2010

BRÚJULAS IDIOTAS

Excepto al último, al final de cada relación (algunas historias no llegan a semejante categoría), le he regalado una brújula al destinatario de mis penares, "así te orientas". Para alguien tan ignorante que necesita marcar el sentido mágico y simbólico de las cosas detalles como éste han contribuido a suavizar de alguna manera ese dolor tan afilado que se siente justo en el momento en el que sabes que "lo nuestro" se ha acabado.
Esas brújulas que quizá ya no existan o nunca hayan cumplido su función forman parte de los recuerdos que tengo con aquel chico que resultó ser un poco marica, el que descubrió su vocación religiosa tras darme unos besos para descubrir que era falsa al besar a otra y el que se reveló como un auténtico psicópata, torturador de mentes débiles y gorrón de la generosidad ajena.

Resulta que las brújulas que he ido regalando no sirven para gran cosa teniendo en cuenta que ya ni los mapas son lo que eran.
Peters, hijuco, ¿serás tú el culpable de todas mis confusiones bioestratégicas? Como te pille te voy a meter la brújula por algún orificio capilar.

1 comentario:

  1. Bueno, pues ahí va una bomba.
    El pasado martes me senté a tomarme unas cuantas cervezas con mi primer novio. Ese con el que llegué a vivir. Ese que se fue a Londres. Ese que era (y es rubio). Ese con el que llevaba sin hablarme desde 2003.
    Y te juro, Poularda, que todo cobró sentido. El daño que me hizo. Lo mal que lo pasé. Lo desorientada que me dejó. Todo me hizo lo que soy. Y menos mal!

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