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domingo, 28 de marzo de 2010

VUELVE, ALEGRÍA

Ray Loriga es la última persona de la que podía esperar un texto tan rotundo.
Reconozco que como perfecta impulsiva profesional también soy taxativa en asuntos culturales. De modo que allá por los noventa me hice más de Mañas (es que veraneaba veraneaba en mi pueblo) que del melenudo aquel al que yo veía claramente pelirrojo y con demasiada pose pseudointelectualoide. Lo abandoné infiel y anticipada tras "Días extraños" y sólo he vuelto a saber de él por sus incursiones cinematográficas y los dos bombos que le hizo a Cristina hago chas, la guapérrima.

Pero reconozco que este texto de hoy, aunque termine metiendo con calzador unos cuantos juicios futbolísticos -probablmente acertados- me ha conmovido varios kilos hasta Disney World, Orlando (la medida de la emoción cuando era pequeña).
Le asiste mucha razón al otrora provocador de la Generación X. Mucha. Muchísima. Mogollón.
La falta de alegría es la gran pérdida humana. La desgracia ítima más devastadora. Una de las trampas de este tiempo confuso y frío. La falta de alegría te seca y te paraliza. Y estrangula la ilusión y sin ilusiones, por vanas que sean, la vida deja de merecer la pena.

Lo sabe bien esta ex alegre, que no insensata, que busca desolada la alegría que perdió y que no consigue generar pensando en nada. Pase lo que pase en mi vida haber perdido la alegría durante un tiempo será, seguramente, lo más amargo que he experimentado incluso si la pérdida es transitoria (Virgencita, Virgencita, plis, que saque un diez en alegría!:-). Espero encontrarla de nuevo. Generarla, fabricarla, inventarla, reconocerla, digerirla, cuidarla, decidirla, saborearla y, sobre todo, compartirla.

Aquí una canción que me pone contenta:

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