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martes, 9 de marzo de 2010

EL MUNDO AL REVÉS

"Nada se parece más a un hombre honesto que un pícaro que conoce su oficio" George Sand.
A mí, esta chica que imagino siempre con pantalones, mirando a los ojos con brío, desafiando los convencionalismos y encoñada de un músico debilucho e infeliz que seguramente la hizo sufrir como una perra, siempre me ha gustado mucho.
No sabía, cuando la conocí en la adolescencia equivocada, que llegaría a encontrar sus pensamientos tan afines a los míos. Qué cosas. El caso es que esta frasecita es tan cierta que da miedo: es así, no hay que darle más vueltas. El mundo está al revés y los mediocres, los mezquinos, los que practican la autopromoción por encima de la profesión dominan el mundo al tiempo que aniquilan a los estúpidos que creen que hay que mantener la integridad por encima de unas cuantas cosas.
Estos últimos suelen compartir un origen familiar judeo cristiano o, en algún caso exótico, unos padres militantes contra el poder establecido en cualquiera de sus manifestaciones que para cuando perdieron la fe en el ser humano ya no influían en sus retoños.
Además, comparten la tierna e ingenua creencia de que al menos les queda la satisfacción íntima de hacer las cosas bien, con sus errores, sus imperfecciones, pero medianamente bien. Algún día, cierto es, se revuelven y no entienden por qué bemoles tardan en llegar las recompensas. Porque había recompensas en la integridad como forma de vida. Y no llegan. Los del origen judeo cristiano (algo, siempre, se pega) lo tienen más sencillo... pueden pensar en que disfrutarán del reino de los cielos y tal. Los otros lo llevan peor. Pero no al caso.
Hoy, con mucha fuerza y mucha rabia creo firmemente que el mundo está del revés y que pertenezco al bando de los perdedores. Es verdad que desprecio íntima y soberbiamente a los pícaros. Pero al final, el desprecio no ayuda a sentirse mejor. Ni dejas de pensar en cómo sería tu vida si entraras en el jardín de "todovale".
Yo no sé si vale todo, no tengo ninguna respuesta. Sólo tengo agotamiento. Del que no se recupera durmiendo. Del que te lleva a la tristeza. Del que te hace cínico porque o coges una motosierra o tienes que seguir sonriendo, que seguir conviviendo.

Lo he decido. Esto sólo lo arregla un marido, a ser posible rico y sensible -no suelen ser categorías compatibles, lo sé-, que vea en mí tantísima belleza que necesite protegerme de la mezquindad, los egos sobredimensionados, y la estupidez. Porque yo lo valgo.

Por ellos. Por los maridos buenos. Por los maridos buenos... que seguramente serán unos pícaros pero oye, a mi plim.

1 comentario:

  1. Qué bien escrito está esto, jodida. Especialmente la parte de lo que nos nuestros padres nos enseñaron.

    De todas maneras, atendiendo a esa rémora judeocristiana, te digo que te aferres a ese pasaje bíblico que decía: "Los últimos serán los primeros".

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