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miércoles, 31 de marzo de 2010

RESCATE

"Sí, yo también refresco neuróticamente mi mail a ver si entra el correo que espero". Y el correo que esperas ni siquiera sabes de qué debe tratar. En las últimas semanas me encuentro con un número considerable de mujeres que, como servidora, le regalan horas al tiempo, ese capullo, mientras aguardan a que una nueva realidad las sorprenda y las saque de su paradoja. La mayoría no se quedan quietas mientras esperan pero dedican sus horas a acciones o pensamientos que no son los elegidos. Son los obligatorios.
Y ser consciente de eso te machaca. Yo tampoco sé qué espero exactamente pero me observo un poco absurda mientras le doy al enviar/recibir que congela muchas horas, demasiadas. Tampoco me quedo quieta, procuro esforzarme por alimentar mi cabeza de chorlito con libros, pelis, blogs o información general que ya ni me conmueve.
Y puedo imaginar muchas noticias que agitarían estos días congelados, lentos y a la vez fugaces que se escapan con la misma cadencia con la que te atrapan. Casi siempre son noticias no probables. He trabajado duro para que no sean imposibles y quizá ahí está el error. Si voluntariamente enfocas hacia lugares de difícil acceso has tenido que generar mucha ilusión, mucha fe y muchísimo tesón, tanto que sabes que te has dado una oportunidad para conseguirlo. Aunque también sepas que se trata de una oportunidad bastante quimérica.
La espera hace ruidos. La espera consume energía. La espera también sostiene la poquísima ilusión que queda y ese es el alimento de tus pamplinas.
Esperar es una mierda. Pero ¿cómo se domina la cabeza? ¿cómo deja uno de necesitar que alguien o algo venga al rescate?

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