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viernes, 22 de enero de 2010

Espera

Esperar no debería ser algo tan lento. Esperar sin saber qué esperas exactamente podría ser una suerte de tortura mental poco aconsejable. Hoy he visto las fotos de Erwin Olaf. Es impresionante ese universo propio que ha creado. Y son densas las sensaciones que despierta el arte en quien lo contempla. ¿Dónde estará la puerta por la que se accede a los universos individuales? ¿Tiene llave? ¿La acción es la llave? Vete tú a saber. Lo importante es vencer el tiempo que transcurre mientras esperas. Lo necesario es averiguar qué estás esperando.

martes, 19 de enero de 2010

La imaginación

La imaginación está muy sobrevalorada. Personalmente siempre me trae problemas imaginar. Imagino, imagino, imagino... y mi historia imaginada se convierte en una realidad paralela, para mí. Suelo imaginar cosas bonitas. En eso tengo suerte, claro. Porque sé que también puede uno recrear con la mente escenas horrorosas, algunas noches me ocurre, pero estoy controlándolo. A lo que iba. Cuando proyectas deseos que guionizas según te apetezca es aconsejable mezclarlos con algún dato real. Así tus idioteces tienen epicentro, pivotan sobre algo sólido... Él dijo "puedes llevarme a ese café la próxima vez" y el otro tiene un material increíble para ponerle a esa frase, en principio neutra, la música, la cara conveniente, la intención no intencionada y la tensión sexual no resuelta (ni bilateral) del momento mágico que sólo existe en tu cabeza.
Él es considerado y la imaginación le otorga -a la más estricta urbanidad- un claro síntoma de interés por complacer surgido, a su vez, por un enamoramient súbito y supino.
Él no te llama el día acordado y no pasa de ti. En realidad ha muerto. (Ya he dicho que me gustan los grupos de facebook...)

lunes, 18 de enero de 2010

Insultos

Puede que conducir fijándote en lo que ocurre a tu paso no sea muy recomendable, pero me gusta. No es la primera vez que observo como algún anciano (y varón) manifiesta con su postura que no está dispuesto a esperar su turno en la circulación por la ciudad. Se asoma peligrosamente a la calzada, sus pies fuera de la acera ya, sus ojos en el otro extremo de la calle, su mente calculando la velocidad a la que podría cruzar, valorando el riesgo. Suelo pensar que se abalanzará sobre el coche. Imagino mi reacción y la dirección del volantazo. Miro hacia el lado elegido. Un puente. Caray. Otras veces imagino el impacto inevitable. Soy incapaz de esquivarlo, me asusto. Frenar. Bajar del coche. Pedir que siga vivo.
Pensamientos que duran dos segundos. Procuro mirar su rostro. No recuerdo el de hoy pero sé que llevaba gorra y un abrigo verde. Reparo en si mi padre hará lo mismo. Sé que sí. Sé, además, que en esos dos segundos estará insultando mentalmente al conductor del coche que interrumpe su ritmo. Ese que le obliga a detenerse y reconocer que ya no puede correr para salvarse.
¿Qué me habrá llamado el señor de la gorra y el abrigo verde?

jueves, 14 de enero de 2010

La bolsa

Estaba allí. Enrollada en una rama de las que ocupan la mediana. Era roja y negra. Yo no soy tonto, supongo. La vi cuando me dirigía al gimnasio, ese sitio repleto de muchas de su género, pero de tela. Y me pregunté cuántos, como yo, habrían reparado en ella. Qué camino habrá seguido. Quién la tiró o la perdió por el camino.
Quizá un matrimonio que quería girar a la derecha, hacia la gasolinera, la explotó con sus ruedas al pasar por encima cuando erraba por la calzada. Después una ciclista apresurada temió enredarse con ella y caer. La evitó. La policía local que conducía hacia el río dijo que deberían bajar a retirarla aunque su compañero evitó el parón con el pretexto de siempre: a la vuelta, ya lo haremos. También fue la excusa para que unas señoras que habían quedado para ir a andar charlasen en su paseo de lo guarros que son los jóvenes ahora.
¿seguirá allí? ¿cuántos ojos la habrán visto?

domingo, 10 de enero de 2010

Zarandajas escapistas

Pasar tantas horas en casa sin realizar ninguna tarea inequívocamente productiva contradice cualquier consejo básico contra la depresión. Si tus únicos objetivos durante un día son escribir en tu recién estrenado blog sobre algo que no seas tú mismo y no zamparte las existencias de chocolate de la despensa, el día puede llegar a ser interminable.
El chocolate no es, en este momento, generador de literatura alguna. La escritura, el contenido de la escritura podría llegar a serlo.
En función del tema elegido escribir ouede ser un acto de expresión tan prosaico como decidir el color del plato sobre el que irá la ensalada de la cena. Leer algo brillante, enfocado, certero no garantiza tampoco la absorción de la lucidez que guiará tus palabras. Qué complejo me parece tener una opinión sobre las cosas, tener algo que decir, tener una idea sobre la que escribir.
A priori cualquier noticia, objeto, sentimiento o circunstancia podría ser el argumento de un texto. Sin embargo, no funciona así.
Me pregunto si es un trabajo desarrollar criterio sobre algo. Y la propia cuestión me dice que los diarios adolescentes están repletos de preguntas justo por eso... después crecen y ya tienen las respuestas.
Ser adulto y no tener más que preguntas debe ser, por lo visto, un mal muy de nuestro tiempo. Una enfermedad postmoderna, dicen. El vacío existencial, la duda como método, la soledad.
Algo me dice que se trata de zarandajas. De trampas mentales para no aceptar la realidad con su cruel y equilibrado determinismo. Otro mecanimo para escapar.
El escapismo mismo es una ensoñación. Al soltar las cuerdas sigues estando en el mismo sitio y esta vez con brazos, piernas y cabeza a tu favor.

sábado, 9 de enero de 2010

La ira de la tele

Anoche decidí dejar por un rato el hikikomorismo en el que vivo últimamente y encender la tele. Tengo una amiga que trabaja en Sálvame y decidí ver qué hacen exactamente, ¿por qué un programa de cotilleo -como los de toda la vida- ha conseguido ser tan controvertido?. Apenas tuve que esperar diez minutos para comprenderlo...¡qué perverso! Sobre la televisión basura está todo dicho. Personalmente no me molestan los contenidos sobre la vida de los demás, supongo que tienen su público y la crónica social ha existido desde las Woman's Pages que se editaban hace más de dos siglos. Pero lo de este programa es insólito. Brillante en cuanto al ritmo y a la factura formal, eso es innegable y directamente proporcional a ese derroche de exquisita realización un vómito de neurosis, psicosis y bipolaridad. La mala baba, la mezquindad, el revanchismo personal, la furia visigoda en las lenguas de endiosados contertulios con la surrealista Belén Esteban en el papel de vecina comprensiva y taxativa "¿mentiendes?".
Qué hay detrás. Qué nos pasa. Una sociedad que celebra y premia semejante alarde de ira colectiva expresada en el acoso y derribo a cualquier personaje (cuanto más mediocre sea el personaje más cruel me resultan los ataques) tiene que ser una sociedad con necesidad de psicoterapia. Hay quien dice que son precisamente, estos programas -y el fútbol-, las fórmulas, el bálsamo para evitar la necesidad de psicoterapia individual. No lo creo. Dignificarlos con ese pretexto calmante también forma parte de la gran mentira.
Desconfío de quien no sabe frivolizar. Desconfío todavía más de quien no sabe empatizar con el sufrimiento ajeno, aunque sea sustancialmente retribuido. Puede que un día yo desée vender un par de camisetas. Eso no me obliga a que en la transacción me obliguen a vender el resto de mi armario.
Qué asco. Qué pena. Qué poco divertido.

Aquí una otrora profesional como la copa de un pino que ha decido pasar de todo, del buen gusto en las entrevistas, también:

viernes, 8 de enero de 2010

Grupos y uniformes

El otro día leí que los grupos de Facebook (los de "Señoras" son mis favoritos) generan una especie de solidaridad espiritual muy recomendable. No sé si estoy de acuerdo. Es cierto que verse reflejado en un "yo también creo que todo es posible cuando salgo del cine" tiene un efecto unificador de pensamientos íntimos muy simpático, pero también es cierto que, si eres de los que abre su Facebook a diario, pronto te quedarás sin esencia.
Tanta afinidad puede volvernos idiotas. En Facebook todos somos parecidos. Y eso, da miedito. Es fantástico para algunas cosas pero tanta endogamia, tantísimo lugar común llega a intimidar. ¿Somos todos imitadores? ¿Nos léen el preconsciente los ociosos que crean esos grupos? ¿son ociosos o son visionarios del imaginario colectivo vintage y otras familias? ¿De verdad nuestras mentes son tan poco exclusivas?
Si tienes el día optimista puede que opines que, sencillamente, es divertido y reconfortante ver que muchos de tus pensamientos son universales. Si tienes el día pesimista puede que te plantees que eres un cretino más, sin talento ni para poseer pensamientos propios.
Si tienes el día realista, te haces fan del grupo y suspiras.

Protocolo del corral

Tengo 33 años. Ahorraos los chistes sobre la edad de Cristo, no estoy para bromas. Atravieso lo que mi psicoterapeuta ha calificado como "crisis precoz de los cuarenta" y cada día me siento un poquito peor, no mejor, como había leído en los libros de psicología barata que ocupan las estanterías de mi casa.
Este blog se llama así en honor a un episodio que protagonicé en la última cena con mis amigos. Ellos, felizmente emparejados, bromeaban acerca de la posibilidad de hacer un intercambio de parejas ante la perfecta afinidad cruzada que experimentan. Alguien dijo "Yo debería estar casada contigo.¡Nos hemos equivocado al elegir pareja!". Contesté ufana y sin pensar, "no me quitéis protagonismo, aquí la única que se equivoca al elegir pareja soy yo" y, en ese instante, me lenvanté, agarré la copa de Verdejo y me sorprendí berrando en cocina ajena.
Como estábamos comiendo una pularda trufada de Cascajares y mi huída, por lo visto, fue ágil y casi invisible para buena parte de los comensales -como truco de espapista-, cuando me recuperé del tabardillo todos concluimos que habría que valorar seriamente dejar de llamarme por mi nombre y degradarme a un "Pularda Houdini". Después llegaron los diminutivos. Pero ninguno encajaba realmente con la perfecta analogía que acababa de descubrir...
Porque a mí las gallinas siempre me han parecido animales muy subestimados. Pero de eso hablaremos otro día

Una recomendación sobre cómo practicar el escapismo (el primer corte es un digno ejemplo de la tendencia humana a querer borrar los recuerdos):