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viernes, 8 de enero de 2010

Protocolo del corral

Tengo 33 años. Ahorraos los chistes sobre la edad de Cristo, no estoy para bromas. Atravieso lo que mi psicoterapeuta ha calificado como "crisis precoz de los cuarenta" y cada día me siento un poquito peor, no mejor, como había leído en los libros de psicología barata que ocupan las estanterías de mi casa.
Este blog se llama así en honor a un episodio que protagonicé en la última cena con mis amigos. Ellos, felizmente emparejados, bromeaban acerca de la posibilidad de hacer un intercambio de parejas ante la perfecta afinidad cruzada que experimentan. Alguien dijo "Yo debería estar casada contigo.¡Nos hemos equivocado al elegir pareja!". Contesté ufana y sin pensar, "no me quitéis protagonismo, aquí la única que se equivoca al elegir pareja soy yo" y, en ese instante, me lenvanté, agarré la copa de Verdejo y me sorprendí berrando en cocina ajena.
Como estábamos comiendo una pularda trufada de Cascajares y mi huída, por lo visto, fue ágil y casi invisible para buena parte de los comensales -como truco de espapista-, cuando me recuperé del tabardillo todos concluimos que habría que valorar seriamente dejar de llamarme por mi nombre y degradarme a un "Pularda Houdini". Después llegaron los diminutivos. Pero ninguno encajaba realmente con la perfecta analogía que acababa de descubrir...
Porque a mí las gallinas siempre me han parecido animales muy subestimados. Pero de eso hablaremos otro día

Una recomendación sobre cómo practicar el escapismo (el primer corte es un digno ejemplo de la tendencia humana a querer borrar los recuerdos):

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