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domingo, 10 de enero de 2010

Zarandajas escapistas

Pasar tantas horas en casa sin realizar ninguna tarea inequívocamente productiva contradice cualquier consejo básico contra la depresión. Si tus únicos objetivos durante un día son escribir en tu recién estrenado blog sobre algo que no seas tú mismo y no zamparte las existencias de chocolate de la despensa, el día puede llegar a ser interminable.
El chocolate no es, en este momento, generador de literatura alguna. La escritura, el contenido de la escritura podría llegar a serlo.
En función del tema elegido escribir ouede ser un acto de expresión tan prosaico como decidir el color del plato sobre el que irá la ensalada de la cena. Leer algo brillante, enfocado, certero no garantiza tampoco la absorción de la lucidez que guiará tus palabras. Qué complejo me parece tener una opinión sobre las cosas, tener algo que decir, tener una idea sobre la que escribir.
A priori cualquier noticia, objeto, sentimiento o circunstancia podría ser el argumento de un texto. Sin embargo, no funciona así.
Me pregunto si es un trabajo desarrollar criterio sobre algo. Y la propia cuestión me dice que los diarios adolescentes están repletos de preguntas justo por eso... después crecen y ya tienen las respuestas.
Ser adulto y no tener más que preguntas debe ser, por lo visto, un mal muy de nuestro tiempo. Una enfermedad postmoderna, dicen. El vacío existencial, la duda como método, la soledad.
Algo me dice que se trata de zarandajas. De trampas mentales para no aceptar la realidad con su cruel y equilibrado determinismo. Otro mecanimo para escapar.
El escapismo mismo es una ensoñación. Al soltar las cuerdas sigues estando en el mismo sitio y esta vez con brazos, piernas y cabeza a tu favor.

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