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domingo, 21 de febrero de 2010



No todo tiene la gramática adecuada. Ni el campo semántico certero, el que permite decir lo pensado sin que quede nada por decir.
En mis sueños no ocurre igual. Hoy, alguien con cara de puerta me obligaba a comer sesos del tamaño de alfileres. Eran blancos y grises y daban un asco fino, de casquería castiza y olor a sangre. No suelo entender los sueños que recuerdo. Imagino que es una metáfora gigante de la realidad y me pregunto si los que pierde la memoria reciente serán menos crípticos.

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