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sábado, 15 de enero de 2011

CAOS & QUINQUIS

Dice mi amiga D. que los que somos ordenados por dentro necesitamos la indisciplina y el caos externo que D. y yo compartimos con gran alegría y enorme distancia espacio/temporal. Es su manera de defender que los que tenemos las estructruas morales y éticas muy claras -y no necesariamente afines a las oficiales- reivindicamos la anarquía y el desorden como fórmula para disfrutar del tiempo.
Estoy de acuerdo. Y al profundizar en esta idea lamento pensar al instante en el barullo interior que han de padecer según esta lógica los neuróticos del orden, los horarios y las costumbres.
A mí esas manías no me afectan. Mi lío vital es en sí mismo indisciplinado y puede darme por declarar cruzadas a las pelusas twice a day que por pasar una semana sin agarrar la escoba. Pienso que me gusta la organización doméstica hasta que me acuerdo de que llevo meses sin ventilar los armarios. Mantengo una estricta dieta libre de carbohidratos hasta ayer y puede que hoy microondée unas palomitas de mantequilla sólo por el placer de zampármelas con ansia y decirle al régimen "túnomemandas".
El problema del desgobierno es ejercerlo en soledad. Sin testigos ni cómplices el girigay muta en defecto solipsista y el redil va y resulta que habla. Y te dice que vuelvas, claro.
Aún así me declaro militante de la alteración de las normas ligeras. Ser díscola debería estar bien visto, una prueba más de tu severa integridad, de tu recto proceder con lo importante en virtud de la lógica de mi amiga D. y servidora: si no necesitas el caos por fuera de vez en cuando... es que lo tienes en el corazón.

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