Tengo un amigo nuevo. Se llama J.H.C. y tiene 84 años. Es de esperar que me dure poco y eso me apena porque en cuatro días de intensa convivencia me ha dado tantas lecciones de vida que he gastado la Moleskine.
Mi amigo J. es muy marica. Mogollón. Y su punto de vista para ver cualquier cosa son las pollas. Su pollismo -supongo que puede llamarse así- es un enfoque peculiar: consiste en buscar la arista más sexual de cualquier experiencia. La más sensorial también, creo. J. es un artista reconocido, internacionalmente reconocido si es que se puede decir semejante pedantería, y habla de otros arstistas igual de (re)conocidos con mucha gracia y mucho pollismo. Y sabe todos los secretos de la familia que me ha tocado. Son muchos, algunos sexuales, cómo no, los más de traiciones, influencias y vestidos Delfos. Si un gramo de lo que me cuenta es cierto tendría un guión épico en la libreta negra. Si todo lo es ha llegado el momento de reconocer que lo nuestro no es una familia... es un holograma.
Algunas vidas tienen que contarse.
Los niños madrileños empiezan a esconder banderas palestinas en los
crucifijos
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Hace 18 horas
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